“Cale Yarborough fue uno de los competidores más duros que NASCAR haya visto jamás. Su combinación de talento, valor y determinación separó a Cale de sus compañeros, tanto en la pista como en el libro de récords. Era respetado y admirado tanto por los competidores como por los aficionados y se sentía tan cómodo al volante de un tractor como de un stock car”, dijo el presidente y director ejecutivo de NASCAR, Jim France, al referirse sobre el veterano piloto que falleció a los 84 años.
William Caleb Yarborough nació el 27 de marzo de 1939, como el mayor de los tres hijos de Julian y Annie Yarborough en el condado de Florence, Carolina del Sur. La familia cultivaba tabaco y algodón, y Yarborough conducía un tractor para ayudar a arar desde los nueve años; dos años después, cuando su padre murió en un accidente de avión privado, adquirió un papel más destacado en la gestión de la tierra de la familia y asuntos de negocios.
En su juventud, y mientras estudiaba, como boxeador aficionado y en el fútbol como un defensor destacado. Recibió una beca de fútbol para Clemson con el entrenador Frank Howard, pero al mismo tiempo comenzó a correr en pistas locales, con el mismo número que usaba en su camiseta: 35. Más tarde, en 1957 debutó en NASCAR y desarrolló su campaña hasta 1988, disputando 560 competencias, logrando 83 triunfos (cuatro de ellos en las 500 millas de Daytona) y siendo campeón en 1976, 1977 y 1978.
También tuvo cuatro participaciones de las 500 millas de Indianapolis, durante 1966, 1967 y 1971 (abandonó en todas) y 1972, en la cual largó penúltimo y arribó décimo; además, compitió en 1981 en las 24 horas de Le Mans con un Chevrolet Camaro, pero desertó por inconvenientes con los frenos.
“Las carreras son como una escalera grande y alta”, dijo Yarborough durante su discurso de incorporación al Salón de la Fama de NASCAR. “Cuando comienzas, comienzas en el último escalón de esa escalera, y es un ascenso largo y difícil hasta la cima. Pero siento que esta noche finalmente estoy parado en el escalón más alto”, cerró entonces, la leyenda del automovilismo estadounidense.