“Tengo la suerte de contar con muy buenos chicos que están aprendiendo bien”, manifestaba Oscar Castellano en 1988, cuando Campeones visitaba el exitoso taller de Lobería en la calle Alem. Esos jovencitos a lo que se refería “Pincho” eran Eduardo Triviño y José Villar, quienes se hacían un tiempito en el estudio secundario para empezar a formarse en lo que con el paso de los años se convertiría en una pasión para ellos, la preparación de motores y autos de competición.
“Tuki” tenía 17 años cuando en 1987 empezó a visitar el taller de Castellano, quien buscaba su primer título de Turismo Carretera. Al año siguiente se sumó al plantel de trabajo, para empezar a tomar sabiduría y conocimiento de “Don Néstor” Castellano, de “Pincho” y de Carlos Peirano, mano derecha y hombre clave en la preparación de aquella “Naranja Mecánica”.
José Villar llegó al taller con 15 años, también en 1987, siendo otro joven que vio bien de cerca como se elaboraban aquellos autos y motores que marcaron una época en el Turismo Carretera, el de las carreras en ruta y de grandes ídolos.
Transcurrieron 35 años y un nuevo logro consiguieron con la familia Castellano, esta vez con Jonatan, a quien conocen prácticamente desde bebé. Lo vieron crecer, hacer sus primeras carreras en el kart, el paso por la Fórmula, el salto al TC Pista donde también fueron campeones, la llegada al Turismo Carretera y todo lo vivido desde esa parte hasta este presente exitoso.
“El apellido Castellano corre por nuestras venas. Recuerdo cuando llevábamos a Jonatan a las tiradas en la ruta y se dormía arriba del auto”, recuerda sonriente “Tuki” Triviño. “Lo he visto desde que usaba pañales, además lo acompañé a muchas carreras en el karting, es una persona excepcional”, describe José Villar.
Aquellos dos adolescentes, alumnos de secundaria que dejaban el delantal de la escuela para ir a trabajar con ganas al lado de grandes maestros. El tiempo pasa y la vigencia sigue, porque al fin y al cabo la pasión todo lo puede.