Bernardo Pérez, el gran mecánico de Fangio y Froilán González

En el Día del Mecánico, evocamos la figura del porteño que forjó su pasión por los “fierros” en Arrecifes y se erigió en el artífice mecánico de varias de las grandes epopeyas de los argentinos en el automovilismo internacional.

Cada 24 de febrero se celebra el Día del Mecánico Automotor en Argentina. Esta conmemoración se originó en 1947, cuando el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor de la República Argentina (SMATA) solicitó oficialmente el establecimiento de un día para homenajear a los trabajadores del gremio. Por aquellos años, Bernardo Pérez, un entusiasta del automovilismo, comenzaba a forjar una exitosa trayectoria exclusivamente como mecánico junto a grandes pilotos, entre los que estuvieron nada más y nada menos que Juan Manuel Fangio y José Froilán González.

Bernardo Pérez nació el 31 de diciembre de 1911 en Buenos Aires, pero comenzó a desarrollar su pasión por los autos en Arrecifes, a los 17 años. Allí, su padre había instalado un tambo, pero “las tuercas me tiraban más que las vacas”, confesó alguna vez. Entonces, las visitas al taller de Cástulo Hortal (precursor del automovilismo en Arrecifes) se hicieron frecuentes. Comenzó como aprendiz, luego preparó el motor del Studebaker de Hortal hasta que en el GP de Arrecifes de 1933 debutó como su acompañante. Tres años después, Julio Pérez (con quien no tenía ningún parentesco) lo contrató como mecánico de la agencia General Motors de Arrecifes y le pidió que fuera su copiloto. La relación fue por demás fructífera, ya que ellos dos –junto a Bernardo Mendioroz– fueron los primeros en conseguir que la coupé Chevrolet sea competitiva (Julio llegó 2º en el GP Internacional del Sur de 1939) en el TC. 

En 1937 llevó su pasión por los autos un poco más allá y debutó como piloto en una carrera de Fuerza Limitada en San Jorge, con un Chevrolet. A raíz de la oposición de su familia, debió correr con un seudónimo y el elegido fue “Pierre Lotti”. Bernardo lideraba la carrera cuando el motor le dijo basta… Mientras seguía trabajando con Julio, llegaron sus triunfos al volante: Las Rosas en 1938 y Capitán Sarmiento y Salto Argentino en 1939. Sin embargo, su vínculo con el automovilismo sufriría un abrupto paréntesis. Fue el 14 de diciembre de 1940, en las Mil Millas, cuando Julio Pérez se mató en un accidente y Bernardo estuvo internado durante un año a raíz de las heridas sufridas. “Me arreglaron todo y me dejaron como nuevo. Una pierna un poquitito más corta que la otra fue el saldo. Tuve mejor suerte que Julio…”, diría años después. 

En sus primeros años en el TC, junto a Julio Pérez, cuando era copiloto.

Las secuelas del accidente y la Segunda Guerra Mundial demoraron su reencuentro con el automovilismo hasta 1945. No obstante, tras disputar la segunda carrera desde el retorno le puso fin a su campaña como piloto. “Sentí una especie de recelo, quizás algo de temor por el mucho público que había. Me di cuenta de que ya no iba más. Me faltaba ese ‘algo’ que poseía antes”, explicó. Dos años después, aceptó la propuesta de José Froilán González para preparar el Dodge 1946 con el que el “Cabezón” debutó en el TC. Bernardo también fue su copiloto y el encargado de alistar el Chevrolet 1939 con el que “Pepe” disputó sus restantes 5 carreras (incluida la Buenos Aires-Caracas) en la categoría.

En 1950, el ACA organizó una Temporada Internacional de 4 competencias de Fórmula Libre y trajo 6 autos para Juan Manuel Fangio, Froilán González, Roberto Mieres y Benedicto Campos, entre otros. Pérez le pidió permiso a Francisco Borgonovo (dirigente del ACA) para trabajar en los coches, solicitud que le fue concedida. “No quería sueldo ni nada”, explicaría Bernardo, quien una vez concluida la temporada recibió el llamado del “Chueco” para viajar con él a Europa. Junto a Fangio y Froilán González integró la Scuderia ACA Achille Varzi, cuyo jefe de mecánicos era Amadeo Bignami. En el debut, en una carrera de F2, el balcarceño terminó 3º con una Ferrari 166 F2. Luego, el “Chueco” obtendría dos triunfos en competencias de F.1 no puntuables: Pau (Maserati 4CLT) y San Remo (Alfa Romeo 158), donde se sumó al team Alfredo Pián con una Maserati 4CLT/48 (culminó 3º). 

El equipo (ya sin Fangio, que corría para Alfa Romeo) participó del 1º Campeonato Mundial de Fórmula 1 desde la 2ª fecha, en Mónaco, donde se Pián se accidentó en la clasificación y Froilán abandonó. El mismo final tuvieron las incursiones del arrecifeño en los GP de Suiza y Francia. Antes del retorno a Argentina, Fangio volvió a la Scuderia ACA en Albi (sin puntos), donde “Pepe” arribó 2º con una Maserati 4CLT. Ya en Sudamérica, Fangio y Froilán hicieron el “1-2” (en ese orden) con sendas Ferrari 166 F2, primero en Paraná y luego en Santiago de Chile.

En Buenos Aires, asistiendo a Froilán González en Fuerza Libre.

En 1951, Bignani dejó el equipo y Pérez asumió como jefe de mecánicos. Los resultados, siempre con las Ferrari, fueron inmejorables: el “Cabezón” se adjudicó las dos carreras realizadas en la Costanera Norte, en las que postergó a las Mercedes oficiales de Fangio, Karl Kling y Hermann Lang.  Sin embargo, “los autos no daban para más” –diría Bernardo–, por lo que se disolvió el team. Los tres argentinos retornaron a Europa: Fangio con Alfa Romeo, mientras que Froilán y Pérez fueron contratados por Ferrari F.1 a partir de la 4ª fecha, en Reims, donde el arrecifeño le cedió su 375 V12 a Alberto Ascari, quien la llevó al 2º lugar. En la siguiente, Silverstone, se produjo un hito histórico: la 1ª victoria del “Cavallino” en la F.1, con Froilán arriba del auto y Pérez, como mecánico

Fue sensacional. ¡Le ganamos a las Alfetta! Froilán reemplazó con una conducción genial los caballos que le faltaban al auto, declaró Bernardo tiempo después. “En el departamento de carreras de Ferrari sólo trabajábamos 8 personas, pero yo fui el único que acompañó al equipo a todas las carreras. Me consideraban de utilidad, ya que hacía de todo, hasta chapa… Don Enzo Ferrari era muy educado y cordial, pero había que respetarlo mucho. Para hacer una modificación en el motor había que llamarlo a su residencia y él disponía por sí o por no. Y no se hablaba más”, contó alguna vez, quien también trabajó en Ferrari cuando Ascari logró los títulos de F.1 en 1952 (año en el que pese a su vinculación con la Scuderia, estuvo muy cerca de Fangio, sobre todo tras el accidente del balcarceño en Monza) y 1953. “Era muy serio. Sólo lo veíamos en los entrenamientos o las carreras. No estaba con nosotros”, dijo sobre el italiano.

Al año siguiente, Pérez acrecentó su palmáres: preparó la Ferrari 375 Plus V12 con la que Froilán y Trintingnant se impusieron en las “24 Horas de Le Mans”. En ese mismo 1955, el “Cabezón” se quedó en Argentina y Bernardo –fiel a su amigo y mentor– decidió no ir a Europa. Ya no regresaría al “Viejo Continente”, aunque sí volvería a trabajar en el exterior y con Fangio, nada menos. Fue en 1957 y el “Chueco” venció en las tres carreras (una en Cuba y dos en Brasil) de Sport que disputó con una Maserati 300S. 

Trabajando en el motor del «Chevitú».

El regreso al Turismo Carretera

Ese mismo año, Bernardo empezó a prepararle una coupé Chevrolet de TC a Oscar Cabalén y una Maserati-Corvette de Fuerza Libre a José Froilán González, con la cual ganarían 16 de las 19 competencias entre 1957 y 1960. Entonces, se metió de lleno en el TC de la mano de Néstor Marincovich, a quien le dio su único triunfo (Nueve de Julio ’60). Tras la muerte de “Sandokán”, se incorporó al taller de Fangio y Cía. en Buenos Aires. Allí lo fue a buscar Armando J. Ríos, deseoso de contar con un Chevrolet competitivo. Vaya si lo tuvo: lograron 6 victorias juntos hasta que se separaron en 1963. 

En el medio, Bernardo preparó el Chevrolet con el que Carlos Pairetti debutó en el TC en el ‘62, pero diferencias entre ambos (Pérez tenía un carácter fuertísimo) hicieron naufragar la relación laboral. En 1964 Froilán lo convocó para que lo ayude a instalar su propio taller y también comenzó a trabajar con Carlos Marincovich, otro novato. Tras el alejamiento de los hermanos Bellavigna de las huestes del “Cabezón”, Bernardo se encargó del “Chevitú”. “Se construyó el nuevo (N. de la R.: en realidad se reformó, pues siempre se trató del mismo auto), del que fui amo y señor. Les ganamos o siempre anduvimos delante de los autos de fábrica. Esa es mi gran satisfacción”, se enorgullecía.

Junto a Marincovich, Froilán, «Paco» Martos y el «Chevitres», su último auto de carrera.

Alistó ese mítico auto para Cupeiro (un breve lapso) y Marincovich. “Era muy bueno, sabía mucho. Aunque tenía muy mal carácter, era una excelente persona, no le hacía daño a nadie. No le gustaba que lo sobraran. Era duro en el trato, pero muy correcto”, recuerda el “Gallego”. El “Ruso” coincide: “Era un tipo muy derecho, pero bastante cabrón, dicho esto respetuosamente. Sabía muchísimo de carburación”. El último auto en el que trabajó Pérez fue el “Chevitres”, con el que logró tres triunfos en el TC y otros tres en el Sport Prototipo, donde fue subcampeón en 1969, siempre con Marincovich al volante. 

Cuando Froilán se unió a la Comisión de Concesionarios de General Motors y le pidió el motor del “Chevitres” para colocarlo en un auto de la CCdGM, decidió alejarse de las carreras. Estaba convencido de que el “Chevitres” era mejor que los “oficiales”, como había demostrado en la pista. Entonces, se refugió en el taller de una agencia arrecifeña de Dodge y luego tuvo uno propio durante 5 años. Nunca perdió la pasión por los autos. Y en sus últimos años, que transcurrieron en Buenos Aires, lo demostraba cuando le preguntaban cómo estaba: “Como coche viejo, todos los días con un problema nuevo…”. Bernardo Pérez, uno de los preparadores y mecánicos más importantes que ha tenido el automovilismo deportivo argentino, falleció el 19 de agosto de 1999, a los 87 años.

Fotos: Corsa, Historia TC, La Nación y Automundo

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