Era una tarde para las lágrimas… de la alegría que se mutaron al de la tristeza. Con el paso del tiempo, aquellas cien mil personas que colmaron las tribunas del Autódromo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires buscaron con el paso del tiempo las razones por las cuales al Brabham BT44 (diseñado por el sudafricano Gordon Murray, siendo una evolución del BT42) que condujo Carlos Alberto Reutemann no le alcanzó la nafta y con ello, a poco más de dos vueltas para la gloriosa tarde porteña del 13 de enero de 1974 se frustró esa primera victoria en el campeonato mundial de Fórmula 1 nada menos que en casa, el Gran Premio de la República Argentina, que organizaba el Automóvil Club Argentino.
¿Fue error de los mecánicos cuando en el apuro por llenar el tanque no completaron los 40 galones (203 litros) “como indicaba el manual” y esto incidió en el rendimiento cuando se desprendió la toma dinámica?
Son incógnitas que hasta el propio “Lole“ no pudo resolver fehacientemente sobre aquella jornada en donde dominó durante 49 vueltas (Ronnie Peterson con el Lotus lideró hasta el 2º giro) de las 53 en el circuito Nº15 de 5.698,20 metros, que permitió a los bólidos exprimir a pleno los motores en las extensas rectas que se inician en la ese del Ciervo, y están unidas por el curvón Salotto para terminar en la chicana de Ascari, bordeando al Lago de Regatas.
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“Digan lo que digan, no tengo consuelo. Me pueden asegurar que voy a ganar, salir campeón del mundo. Lo que quieran. No hay caso… Una ocasión igual difícilmente se repita”, se lamentó Reutemann sobre ese triunfo que se escapó en Argentina, ante su gente, y con el banderazo a cargo de Juan Manuel Fangio, nada menos… y que recibió el neozelandés Denny Hulme (McLaren), en lo que fue su último logro en F1.
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