Eran años en donde el Turismo Carretera forjaba su historia, y acunaba a los primeros grandes ídolos del automovilismo argentino con épicas competencias. Una de ellas fue aquel legendario Gran Premio de la América del Sur que organizó en 1948 el Automóvil Club Argentino junto a las federaciones de Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela, y que es conocida como la “Buenos Aires – Caracas” y que se corrió entre el 20 de octubre y 8 de noviembre.
Durante su desarrollo se sucedieron diferentes situaciones de peligro y riesgo para los participantes, quienes afrontaban cada día tramos desconocidos para la mayoría y recorrían algunos caminos de “cornisa” en las elevadas montañas que conforman el cordón de la Cordillera de los Andes.
Si bien en la etapa de Villazón y Potosí se registró el primer accidente trágico cuando el Ford de los chacabuquenses Julián Elguea y Heriberto Román cayó 200 metros por un precipicio, lo ocurrido en la madrugada del 29 de octubre dejó marcado un nuevo dolor en la historia de nuestro automovilismo, cuando el Chevrolet de Juan Manuel Fangio cruzó la localidad de Huanchasco, y siguió de largo en un terraplén volcando y ocasionando serias lesiones a su acompañante Daniel Urrutia, quien falleciera más tarde.
Todo empezó cuando en la noche del miércoles 28 de octubre, día de descanso de la competencia, las autoridades deportivas recibieron el alerta de un movimiento sedicioso que provocaría el golpe militar en el gobierno peruano; esto obligó a reprogramar la carrera y se les avisó a los 66 binomios que llegaron hasta Lima que debían largar la etapa hasta Tumbes a las 2 de la madrugada.
Muchos, entre ellos Fangio que había logrado ganar en la etapa anterior (Arequipa – Lima) con una notable labor en donde recuperó 33 puestos, habían descansado muy poco y no habían dormido lo suficiente, debiendo volver a sentarse en los autos y prepararse para cubrir 1.300 kilómetros. “Muchos salimos sin pegar un ojo”, confesó el balcarceño.
Con Oscar Gálvez, Fangio y su amigo y socio Urrutia, iban juntos en el camino, con el “Aguilucho” atrás. “Hicimos unos 200 kilómetros así. Yo ya debía sentir el cansancio de la jornada anterior y de correr casi a ciegas; en Trujillo me pasé de largo, y tenía que levantar nafta ahí. Correr a ciegas me desgastó; eso pudo inducirme al error”, admitió Fangio sobre su estado.
A ello hay que decir que también había niebla en la ruta, y esto exigía la máxima concentración, mientras llegaban a Tumbes, lugar del accidente. “Unos kilómetros más adelante había un pueblecito todo pintado de blanco, como los que había en la zona. Daniel mira su reloj y me dice: ‘Mirá, en unos minutos va a empezar a clarear”, recordaba el “Chueco” sobre el ingreso a Huanchasco.
“Pasamos ese pueblecito, y el reflejo de las paredes blancas me encegueció. Prácticamente quedé a lo oscuro cuando salí. Había una curva a la izquierda, con terraplén. Pero no lo vi. Creí que era un precipicio, y entonces quise seguir la curva y el auto se desplazó porque esa salida estaba asfaltada, y cuando pisamos ahí agarró la arenilla de la banquina y entramos a dar vueltas y ya nunca…”, se lamentaba el “Chueco”.
Durante la serie de vuelcos del Chevrolet, Fangio no perdió el conocimiento a pesar de los golpes que recibía de las herramientas y repuestos que llevaban arriba del coche; Urrutia, en tanto, salió despedido del auto por no tener trabadas las puertas. “Nunca quería ponerles las trabas. Daniel era reacio a hacerlo; no se si por cábala o porque tenía mucha confianza…”, señalaba Fangio apesadumbrado cuando se refería a aquella trágica jornada.
Atrás lo seguía Gálvez, quien para evitar colisonar maniobró y cayó del otro lado del terraplén con su acompañante Federico Herrero, tumbando su Ford. Rápidamente fueron hacia el auto de Fangio y lo ayudaron, y después buscaron adónde estaba Urrutia, herido. “Paramos y sacamos a Juan del interior del auto. Tenía un hilo de sangre en la boca; le dijimos a Juan que no tenía nada, porque eso nos pareció, acaso porque era de noche”, evocaba el “Aguilucho”, quien junto a lugareños fueron realizando asistiendo a los accidentados.
“Traté de obtener la cooperación de otros coches pero por la oscuridad y la limitada visibilidad no lo conseguí. (Domingo) Marimón, mi hermano (Juan Gálvez) y (Daimo) Bojanich pasaron sin vernos por la oscuridad, y después llegó Eusebio Marcilla, que paró y los llevó al hospital. Yo no podía hacerlo porque tenía el coche volcado. Íbamos a unos 140 Km/h.”, reportan las declaraciones de Gálvez entonces.
Marcilla, representante de Junín y a quien acompañaba Miguel Salem, cargó a Fangio herido y a Urrutia que agonizaba, y los trasladó hasta el Hospital Obrero de Chicope en donde los dejó internados para que reciban las primeras atenciones médicas, mientras él retornaba a la carrera. Por esta acción, quedó inmortalizada su labor solidaria como “El Caballero del Camino”.
Fangio fue atendido y trasladado a Trujillo para ser internado en el hospital de Belén; en tanto los médicos se esmeraron para asistir a Urrutia, quien desafortunadamente no pudo recuperarse de las heridas y falleció poco después.
En la memoria de Daniel Urrutia, se homenajea y recuerda a todos los acompañantes y copilotos de Turismo Carretera que han competido desde 1937 hasta 2007, y que han sido figuras vitales en varias ocasiones de exitosas campañas de los pilotos.