Agustín Canapino afrontará este fin de semana su primera competencia en un óvalo, el de Texas, un trazado sumamente exigente entre los de estas características, y que encierra muchas historias.
El Texas Motor Speedway fue inaugurado en 1996 para albergar carreras de Nascar, y que con los años se convirtió en un clásico para la Indy. El óvalo ha sido testigo de aparatosos accidentes o fatales. En el 2000 Tony Roper perdió la vida durante una carrera de la Craftsman Truck Series en la que Greg Biffle se consagró campeón. En 2003 Kenny Brack sufrió un tremendo golpe con una fuerza G de 214 G, y dos años antes Davey Hamilton casi perdió ambos pies tras chocar e impactar con la reja de contención durante una carrera de la Indy Racing League.
En 2001 hubo un hecho que marcó a la división Cart, por ese entonces integrada por los equipos grandes, entre ellos Ganassi, Andretti y Penske. Estos monopostos tenían motores turbocargados, llevaban menos downforce y que sumado al peralte de 24°, convirtió a Texas en la pista más rápida de la categoría, con velocidades record de 233.447 mph (375.696 km/h).
La competencia de Texas de 2001 no se pudo disputar, concretamente fue suspendida tras los primeros ensayos. Las razones: los pilotos se mareaban a las pocas vueltas a más de 370 kilómetros/hora (de promedio), lo que derivó en una serie de accidentes. Paul Tracy marcó en uno de los ensayos 381 km/h de promedio, donde los autos llegaron a cruzar la linea de meta a 390 km/h, velocidades extremas que asombraban a todos.
Uno de los pilotos afectados fue Oriol Serviá. El catalán recuerda que «antes de sentirme mareado, en la pista podía sentir una gran fuerza G. Sentí que no podía reaccionar lo suficientemente rápido, por alguna razón el cerebro parecía funcionar lento, no era capaz de adaptarse a esta velocidad. Luego nos dimos cuenta de que el problema no era la velocidad en sí, ir a 370 kilómetros/hora, sino que al cerebro le faltaba energía para reaccionar».
Los pilotos se bajaban de los coche perdidos, desorientados al entrar en boxes, sin saber dónde tenían que detenerse. La alarma definitiva fueron los accidentes de dos expilotos de Fórmula 1, Mauricio Gugelmin y Cristiano da Matta. El primer impacto de Gugelmin implicó una fuerza de 66 G, y el segundo contra la valla interior casi duplicó esa cifra.
Steve Olvey, médico jefe de la CART contó que en sus 25 años como doctor de la categoría nunca había visto una situación tan inusual. Tal es así que durante la noche previa a la carrera, Olvey se contactó con el Dr. Richard Jennings, antiguo director de vuelos espaciales de la NASA y profesor de medicina aeronáutica en la Universidad de Texas. Jennings le dejó en claro que el cuerpo humano no puede tolerar no más de 4 a 4.5 G sin que el piloto perdiera la conciencia.
«Los pilotos están acostumbrado a correr con más de 4-5G, pero por cortos lapsos de tiempo, pero en el caso de Texas las cargas estaban presentes por más del 80% de la vuelta y que después de diez vueltas los pilotos empezaban a experimentar síntomas como mareos, vértigo, desorientación, visión túnel y que en el peor de los casos podría llevar a la pérdida de conciencia», explicó el facultativo.
Tras la no realización de la competencia, Texas Motor Speedway demandó a CART por daños y perjuicios, debiendo pagar una indemnización de más de cinco millones de dólares incluyendo los pagos por las carreras del 2002 y 2003 que nunca se realizaron. La categoría nunca volvió al Texas Motor Speedway hasta que fue absorbida por la IndyCar Series en 2008 tras declararse en la bancarrota por segunda vez a finales de la temporada 2007.