El automovilismo es peligroso

En la búsqueda de una seguridad absoluta, la Fórmula 1 corre el riesgo de perder lo que la hacía única: el valor de enfrentar el peligro, el asombro de ver a personas enfrentarse al miedo y convertirse en verdaderos héroes.

Por Sergio Rinland


Ernest Hemingway solía decir: “Solo hay tres deportes: la toreo, el automovilismo y el alpinismo; el resto son simplemente juegos”. Para él, el deporte verdadero implicaba riesgo de vida. Estas tres disciplinas, según su mirada, exigían no solo destreza y resistencia, sino también enfrentarse cara a cara con la muerte. ¿Estamos entrando en una era en la que el automovilismo (y en particular la Fórmula 1) se está convirtiendo en un juego más, perdiendo aquello que lo hacía un deporte en el sentido más crudo y auténtico, como lo definiría Hemingway?

Después del inicio demorado del Gran Premio de Bélgica de este año en Spa por las condiciones de lluvia, el periodista italiano Claudio Maglieri escribió una nota que me dejó pensando. Su crítica es clara: el automovilismo, antes una mezcla embriagadora de gloria, peligro y drama humano sin filtros, hoy parece anestesiado. Todo transcurre en una atmósfera de corrección política y “buenas maneras”, donde está mal decir malas palabras, los neumáticos de lluvia juntan telarañas y la emoción depende demasiado de los sobrepasos con DRS.

Es cierto que la seguridad ha mejorado muchísimo en las últimas décadas, eso se debe al trabajo incansable de figuras como Sir Jackie Stewart, el Profesor Sid Watkins, Peter Wright, Charlie Whiting y tantos otros. Nadie quiere volver a los días trágicos del pasado, cuando pilotos, mecánicos, comisarios e incluso espectadores pagaban con su vida. En aquel entonces, el riesgo era parte del contrato. Los pilotos se subían al auto sabiendo que la gloria y la tragedia iban de la mano, y los fanáticos entendían que el peligro era inseparable del espectáculo.

¿Pero no estaremos yendo demasiado lejos? El automovilismo es peligroso por definición. Ningún reglamento puede cambiar eso. Hoy parece que queremos proteger a los pilotos de sí mismos, como si fueran chicos imprudentes. Durante el último GP de Bélgica, mientras el circuito se secaba frente a nuestros ojos, yo gritaba frente al televisor. Me recordó a Spa 2021, cuando la carrera se suspendió de forma absurda. Una vergüenza. Los pilotos saben cuándo levantar, cuándo frenar, cuándo arriesgar. Correr es tomar decisiones con coraje, muchas veces gana el que más se la juega. Oscar Piastri lo demostró en Eau Rouge, sin tener ventaja mecánica sobre su rival.

Eau Rouge sigue siendo peligroso. Aunque las vías de escape más amplias “perdonen” errores, sigue siendo ciego ante un accidente más adelante. Algunos incluso sugieren poner una chicana ahí. ¿En serio? Eso ya roza el sacrilegio. ¿Se acuerdan de Siffert y Rodríguez entrando a Eau Rouge lado a lado con los Porsche 917 en los 1000Km de 1970? ¿O de Brands Hatch en el mismo año, donde Jorge Del Rio brillo en un Porsche 908, cuando Jackie Oliver le dijo a John Wyer: “¡Alguien que le diga a Pedro que está lloviendo!”? (¡le sacó cinco vueltas a Elford/Hulme, que terminaron segundos en otro 917!) Y Pedro murió meses después, no por la lluvia, sino por una falla mecánica. El peligro en las carreras tiene muchas caras, y nunca se puede eliminar del todo.

Maglieri también acierta cuando dice que los comisarios, en su afán por generar drama donde no lo hay, recurren a artificios y sanciones que muchas veces nadie entiende. Después todo se desmadra y la culpa recae en el circuito. Pero se corre en Baku y en Jeddah, dos trazados urbanos rapidísimos, y nadie dice nada sobre sus riesgos.

Nos tildan de nostálgicos, como si añoráramos “los viejos tiempos” donde la muerte rondaba cada fin de semana. Nada más lejos. Nadie quiere tragedias. Pero en la búsqueda de una seguridad absoluta, la Fórmula 1 corre el riesgo de perder lo que la hacía única: el valor de enfrentar el peligro, el asombro de ver a personas enfrentarse al miedo y convertirse en verdaderos héroes. Como lo mostró F1 The Movie en la pantalla grande.

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