«No tengo ningún miedo a los accidentes. Nada de eso. Por supuesto no quiero estrellarme, no estoy loco. Pero si estás cerca del final de los entrenamientos, y estás luchando por la pole, creo que tal vez puedas aplastar el miedo». Además de ser premonitoria, a la vez marcaba su personalidad«.
Gilles Villeneuve (1950 – 1982)
Hace cuarenta años, esa frase del temerario piloto canadiense desafortunadamente se cumplió. Y fue durante la clasificación del Gran Premio de Bélgica, el sábado 8 de mayo de 1982, en el circuito de Zolder. Villeneuve intentaba mejorar no solo su registro, sino que también el de su “compañero” Didier Pironi, con quien la amable relación se truncó cuando el francés no respetó un supuesto pacto de caballeros en Imola, y le quitó el triunfo a pocos giros del final del GP de San Marino, y que motivó el notorio enojo del piloto de Quebeç en el podio, con la desazón de una inesperada acción del ganador.
Los días entre ambas carreras, en el ambiente interno de Ferrari se vivió con suma tensión, ante el quiebre de una relación que parecía apuntalada entre Gilles y Didier, y que parecía no tener retorno… “¡De ahora en adelante, es cada hombre por sí mismo dentro del equipo! Nunca lo perdonaré. Si puedo bloquearlo, lo haré, ¡créeme! De ahora en adelante, es la guerra entre nosotros”, le dijo Villeneuve a su amigo, el periodista Pierre Lecours, tras Imola.
Además, el canadiense entendía que la maniobra de Pironi fue avalada por Marco Piccinini, quien entonces era el director deportivo de Ferrari en F1. Ante esas acusaciones, este respondió: «¡Yo tampoco quiero saber nada de él! ¡Es falso! ¡Está tachado de mi lista! Sus amigos tratan de razonar con él, en vano. A Gilles solo le queda una obsesión: derrotar a Didier. A toda costa”.
Y con ese clima de discordia se presentó el equipo Ferrari en la pista de Zolder. Los 126 C2 V6 turbo, si bien se mostraron competitivos en la pista de 4.262 metros tenían una fuerte oposición de los Renault de Alain Prost y René Arnoux, que mostraban desde el inicio de las prácticas como los referentes; Villeneuve lograba ubicarse a 1s5 durante el primer día, y relegaba a Pironi, quien debía apelar al muletto.
Con su coche titular, Pironi en la tanda clasificatoria del sábado evidenciaba una buena performance y concretaba una vuelta de 1m16s501. Al ver ese registro, Villeneuve, quien contaba con un tiempo de 1m16s616, que lo ordenaría en la 8ª posición, buscó mejorar la marca y volvió a la pista, e intentar batir al francés en el cronometraje…
En su objetivo estaba el canadiense, estableciendo sus primeras referencias al abrir su vuelta; la Ferrari Nº27 mostraba un andar estable. Cuando dejó atrás la chicana Kleine, al final de la recta opuesta a boxes, metros adelante se encontró con el March 821 Nº18 del alemán Jochen Mass (un experimentado piloto con una década en F1), quien intentó abrirse paso y realizó una maniobra hacia su derecha, al mismo tiempo que Villeneuve buscaba superarlo por ese lugar de la pista, entre las curvas Butte y Terlamen. Un error de cálculo involuntario de ambos.
La inesperada maniobra provocó que la rueda delantera izquierda de la Ferrari se montara sobre la trasera derecha del March y esto catapultara a la máquina italiana a unos 225 Km/h., cayendo y partiendo el chasis que al rebotar despidió el cuerpo de Villeneuve, que cruzó en el aire por encima del coche del alemán, unos cien metros, y terminando del otro lado de la pista contra las defensas, sin el casco e hiriéndolo de muerte ante las lesiones en la base del cráneo.
Rápidamente, el propio Mass junto a los auxiliares de pista intentaron asistir al infortunado piloto, mientras otros camaradas se acercaban al lugar, estacionaban sus autos y descendían para colaborar, entre ellos John Watson (McLaren) y Derek Warwick (Toleman), en tanto a los 35 segundos se presentó el servicio médico, que constató que no respiraba aunque aún tenía pulso, y por ello lo intubaron y fue trasladado a Hospital University St Raphael, en Lovaina, en donde se constató su lesión fatal.
Mientras los doctores intentaban una última instancia para mantenerlo con vida, su esposa Joanne viajaba desde Mónaco (adonde había ganado un año antes, siendo el primero en hacerlo con un auto de motor turbo), en un avión privado para acompañarlo en el nosocomio, en donde a las 21.12 horas local, se produjo su deceso, a los 32 años.
Debido a esta trágica situación, Enzo Ferrari ordenó que su equipo no corra el domingo y se retiró del circuito, en donde todos estuvieron compungidos por la pérdida de uno de los ídolos heroícos de la Fórmula 1, y que era la esperanza de los italianos para verlo campeón con la Rossa. Su cuerpo fue trasladado a Quebec, en un avión de la Fuerza Aérea Canadiense, en donde fue sepultado en el cementerio de dicha ciudad.
Aquél rostro de niño terrible, como antes lo era Jackie Ickx, coincidentemente otro piloto belga, quedó en el recuerdo de los fanáticos de todo el mundo, que se deleitaban con su manejo superando los límites, cruzando la dirección en las curvas y batallando por cualquier posición, tanto en piso seco como en mojado, en donde aprovechaba sus experiencias con la nieve para extraer la potencia y dosificarla en esas condiciones.
Durante un lustro, Villeneuve fue el único que consiguió hacer reir al «Commendatore» Ferrari, quien le perdonaba las roturas de sus autos a pesar de las reprimendas de Mauro Forghieri y el propio Piccinini. En ese tiempo corrió 68 G.P., logró seis triunfos, un subcampeonato mundial (1979) y una infinita cantidad de fanáticos en el mundo, que lo sigue añorando al volante de una Ferrari en cualquier pista de Fórmula 1.