Por Orlando Ríos
No solo lloraba la madre de Franco Colapinto en las entrevistas que le hicieron después de la gran noticia. A más de un periodista de la vieja cepa, nueva cepa y seguro que a cientos de miles de “tuercas” se les escaparon algunas lágrimas. ¿Por qué esa emoción, por qué esa alegría, aparentemente desmedida?
Porque el camino de Franco recién comienza y le aguardan pruebas más difíciles que a Hércules en la Ilíada. Y, ¿por qué no entusiasmarse, aunque sea por un instante, si al final la vida está hecha de esos instantes emotivos y mejor si son positivos? ¿Por qué no trascender -necesidad primaria humana- en lo deportivo a través de Franco si tantos millones trascienden a través del mundial de fútbol, de Messi o la Copa América?
¿Por qué no? Habían pasado 23 años y un poco más desde que el último argentino en la F1, Gastón Mazzacane, se bajó del equipo Prost. Ahora, Franco toma el testigo y lleva una mochila invisible y muy cargada con todas nuestras expectativas, de las buenas y de las otras.
Disfrutemos del momento y tengamos cuidado con lo que en nuestro interior le pidamos a Franco. Él tiene la suficiente habilidad y fuerza mental para aprender y progresar. Su límite no lo conocemos y él tampoco, y ese es el desafío. Y él, bien asesorado técnica y mentalmente, sabrá que las referencias externas, el exitismo, el elogio fácil o la crítica rápida son solo eso, referencias externas. Los de afuera somos de palo.
De niño, yo escuchaba extasiado las transmisiones radiales de Luis Elías Sojit siguiendo la campaña de Juan Manuel Fangio en Europa y soñaba, tal como hace más de una década Franco lo hacía por TV con las hazañas de Lewis Hamilton o Fernando Alonso y soñaba.
Millones de argentinos que siguen al Turismo Carretera, a los campeonatos de turismos y a la F1 por televisión, también sueñan en su interior. Es la magia del combate en pista y de la superación humana encarnada en el rugido de los motores, el olor a goma quemada y el adelantamiento imposible.
Fangio era el número uno de aquel ejército de gladiadores que iban con medio cuerpo afuera de los monoplazas, con media vida ya entregada desde las largadas rezando para que una curva no se la lleve toda. Y después, el “Lole” Reutemann, que pudo haber sido campeón, un tipo tan diferente a Fangio también nos hizo “sentir”, en serio. Aquellos que le siguieron, con participaciones más cortas, fueron esperanzas que por mil motivos, no importa, no fructificaron. Pero allí estábamos.
Cuando Franco, con 11 años, junto a su madre Andrea y su padre Aníbal concurrió a un seminario sobre entrenamiento mental que organizamos con Pablo Bonomo de la empresa de simuladores Cockpit en CABA, me llamó la atención su profunda concentración y la dedicación con la que hacía los ejercicios. Se lo veía decidido, determinado y destacaba por ello ante los otros niños de su edad que se dedicaban al karting. Han pasado casi diez años y el Franco que es hoy la proyección de nuestras almas de fierreros, no ha cambiado, sigue con la misma actitud y calma que mostraba entonces aunque ahora le rodea toda una organización profesional que procura extraer lo mejor de él.
El ser de los hinchas del automovilismo argentino, a pesar del entusiasmo por el TC, por los mundiales de turismo de «Pechito» López y el paso del Dakar por Argentina tenía una parte sustancial en hibernación. De repente, una tarde de martes de este año, un breve mensaje del equipo Williams que reunió diez millones de visualizaciones en X (ex Twitter) en un par de horas, nos despertó. “Franco Colapinto to race for the remainder of the 2024 season”.
Franco Colapinto to race for the remainder of the 2024 season.
— Williams Racing (@WilliamsRacing) August 27, 2024
De repente, ese cosquilleo, ese sollozo de alegría y emoción reprimida durante mi participación ese día en Campeones, me hizo sentir vivo. Y más cuando desde el estudio la voz de alguien que compartió conmigo tantos años de Fórmula 1 y Turismo de Carretera, “Caíto Legnani, enlazó este sueño realizado de Franco con el alma fierrera mía, y la de Caito, la de sus hijos y todos los jóvenes de Campeones. Muchos, por nueve Grandes Premios nos sentiremos revitalizados, aprendamos y disfrutemos. ¡Estamos vivos!